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lunes, enero 23, 2012

There and back again...

Qué cosa tan faramallosa es el tiempo.

Un año y cuatro meses han pasado desde la última vez que me puse a escribir en este lugar. Lo que más me asombra es esta relatividad del tiempo, este salto cuántico de la entrada anterior a ésta. Así es como se pasa la vida, así es como los australopithecus estaban enfrascados una tarde en sus ires y venires. Ahora son polvo. 
¿A dónde se fue este año y cacho en que no escribí por aquí?
¿Dónde quedó aquel día de mayo en que tendría unos 6 años y estaba viendo por la ventana de casa de mis abuelitos cómo floreaba el durazno? Fue una explosión de color tan fuerte que el recuerdo me viene periódicamente a la cabeza a pesar de la distancia temporal.
El durazno ya no está. En mi cabeza siempre florea.
No sé si sea algo de la edad adulta, esto de ver dualmente las cosas, pasado y presente compartiendo el mismo espacio. Solamente sé que últimamente me pasa muy seguido.
Veo a mi hija de 3 años ya y me cuesta trabajo pensar que hace un ratito estaba dentro de una incubadora y dentro de un ratito me acordaré nostálgicamente de cuando medía lo que hoy y cómo teníamos nuestros juegos secretos. Hace poco le tomé una foto con su bisabuela. Sin darme cuenta la había captado en la misma posición en que a mí me retrataron con la mía. Eco.
Veo a mi esposo y también es dual: un chaval bigotón de 17 y un hombre barbado de 35.  El día en que lo conocí se intercala con el perfil de su tórax subiendo y bajando plácidamente mientras duerme.
La Rata está llegando a los diez años y ahora siento que me trae su muñeco no porque ella quiera jugar a estirar, sino porque quiere mantenerme contenta a mí. Se hace bolita y le gusta dormir más. 
Y así como en un suspiro se fueron un año y cuatro meses, se irá lo demás. Pero por el momento estamos aquí. Yay.


lunes, junio 21, 2010

Ventana al pasado

*NOTA: Esta entrada la escribí y la deje pendiente desde noviembre del 2009. La desempolvé, medio corregí y decidí publicarla en vista que ya  llevo como unos 8 meses sin escribir en estos lares. Pásele marchante.


Pues bien, algo hay seguro: con la Chicharina caminante y móvil mis cosas no están a salvo. Ya por lo pronto descubrió mis libreros y con ello, los pobres libros que tengo en los estantes de abajo. Estaba ella sacándolos felizmente uno por uno cuando caí en cuenta. Entre la masacre resultante encontré un libro de prepa al que se le había salido una hoja doblada de libreta. 

El tiempo se detuvo, la música instrumental fue en aumento y tuve una corazonada que se confirmó al voltear el papel. Se trataba del famoso papel cuadriculado con las opiniones que de mí tenían mis compañeros prepoides. OMLG.


Sentí nervios. A lo mejor releerlo sería contraproducente, pensé, pero tenía que hacerlo. Así que tomé aire así como cuando me tenía que poner yo solita las inyecciones diarias en el abdomen (¡yay embarazo difícil!), abrí la hoja y empecé.

La música en mi mente se vio interrumpida como cuando se saltaba la aguja en el tocadiscos. 

Vaya, qué liberador fue esto.