Los momentos de claridad a veces llegan cuando menos se les espera. Incluso en fin de semana.
Como por ejemplo esta mañana, en que había quedado de verme con una amiga para ir al cine a ver un remake titulado “Alfie”. La cita era a las doce, temprano como para evitar las muchedumbres domingueras y evitar perder el día en el cinema. Llegué unos minutos antes de lo convenido (cosa rara en mí), me senté a esperar y esperar. Mi amiga no llegaba. Le hablo al teléfono y es entonces que me dice que su hijita está en el hospital (bien, fuera de peligro, estable, en recuperación), que no podrá llegar, gracias por hablarle porque no tenía saldo ni manera de contactarme. Clic. En fin, suspiré y me alegré con ella de que su hija estuviera bien, eso era lo importante.
Y allí me encontraba, a la entrada del cine, pensando en qué hacer, si regresar a casa o qué. Ya estoy aquí, ya me bañé, pensé, no pierdo nada con entrar. Sola. Lo cual es un poco raro, ya que a las mujeres se nos programa desde chicas a cumplir roles que se dan en función a lo social. Sola no, porque eso no es de hija de familia. Mi mente se aceleraba con el prospecto. Ya no era una cuestión de ocio, era todo un deber moral asistir a la función y terminar con años y años de opresión, de convivencia forzada, de idas al baño en grupitos parlanchines que ni siquiera dejan obrar a gusto por el qué dirán. Para completar el experimento fui por palomitas sin mantequilla, té helado (que no estaba ni lo más remotamente frío) y me dirigí a la sala correspondiente. Así que me encaminaba cargando el estigma del qué dirán, ha de haber sido por eso que se me caían las palomitas en el camino. Los estigmas son pesados y estorbosos.
Como la sala estaba casi vacía pude elegir donde tumbarme con todo y mi experimento social. Palomitas. Cortos ¿Se han dado cuenta de que por lo general, en las películas no incluyen escenas que salen en los cortos? Malditos, quieren que compres el DVD.
En fin. Entonces sucedió. Jude Law, caracterizado como Alfie, aparece en pantalla y súbitamente me involucra en su vida y sus experiencias como encarnación gringa de Mauricio Garcés (sin el arrooooz). El personaje tiene una manera interesante de intimar con la audiencia que en realidad sentía que yo lo acompañaba en su viaje psicológico y que el Alfie estaba consciente de mi presencia. Magia en la sala. A lo mejor es fácil pretender esto cuando se va sola a la sala. Sola a la sala. Pudiera funcionar como eslogan. Y ahí estoy, viendo al Alfie regarla una y otra vez y me pregunto sobre la naturaleza de los roles masculinos y femeninos. Lo que la sociedad nos confina a ser. Pasa la gente al baño y se me queda viendo como si fuera una rara pervertida que ve películas en la oscuridad mientras tiene pensamientos impuros. A lo mejor la sociedad no está lista para mujeres que van solas al cine, a restaurants caros, a eventos públicos. La sociedad necesita ver que las niñas estén propiamente escoltadas y cuidadas.
Total, termina la película de buena manera (es decir, con un final propio a la situación) y me levanto relajada, tranquila, lista para caminar pensando en lo observado. Un sentimiento de felicidad me embarga. Solita y sin miedo veo a las familias, grupos de amiguitos, parejas y sonrío.
Es curioso, se da cuenta una de la madurez porque tiene estos pequeños momentos de claridad en que experimenta flashbacks como si estuviera en las películas: yo, a los 15, comiendo sola en la cafetería de la prepa lonches que me había preparado con mis propias manos. La sensación de estar consciente de mi soledad era pulsante. Era como si brillara y los demás se dieran cuenta de que no estaba completa, de que era defectuosa por lo mismo. Y ahora, que me encuentro sola, experimento cierta serenidad en mi soledad, es una felicidad no pulsante, es una felicidad como si fuera un arroyo que refresca los pies.
Es bueno salir así, ir al cine con una misma de vez en cuando. Excepto con las películas de miedo, ahí si de plano la convivencia social tiene un propósito claro.
8 comentarios:
Me cae que ese es el problema con las mujeres.
Todo lo tienen que analizar(o criticar, en su caso). No pueden aceptar algo solo porque si. No.
Es por eso que tienen que refugiarse en su bolita de amigas, es por eso que hasta a mear tienen que ir en grupo: para sentirse protegidas con esa aura magica (¿cosmos?) de seguridad que dan los grupitos.
Ya que si no van acompañadas, se sienten víctima de los ojos castigadores de las demas personas (que por cierto, ni les va ni les viene que este uno ahi) o peor aún, se ponen a reflexionar, criticar y cuestionar lo que estan haciendo y como se ven ante los demas... (Que como ya dijimos, les vale un soberano Planters...)
Yo por mi parte, cuando voy al cine, solo o acompañado, voy a ver la pelicula, y a lo mejor alguno que otro trasero, si es que tengo suerte.... sin el mas mínimo reparo de si mi camiseta sport sin mangas que entredeja ver los pelos de la axila es socialmente aceptable o no.
Y de repente... volteo y veo a una muchacha sentada sola, pensativa....
No creo que tenga que ver con el hecho de vivir bajo un aura mágica de confianza nada más. Somos seres sociales y así funcionamos.
Pero la cuestión es evitar la inercia de vez en cuando y disfrutar de cosas que son vistas en la sociedad como tabú para una mujer sola. Porque realmente es un prejuicio, una opinión.
Y aparte te tocan más palomitas para tí. Y no de las del fondo del bote. Oh sí.
Creo que la diferencia reside en todo el entorno social en que nos hemos criado. Algunas vamos superando las cosas una a una. Algunas cosas quizás no superaremos... esperemos poder "pasar" nuestros logros a las generaciones que vendrán de nosotras.
Pues a mi me *gustan* las del fondo del bote. ;)
¿Las palomitas?
El bote. :)
el bote de quién?
La próxima ocasión que vayamos al cine, te compro tu propio receptáculo de palomitas. Así no podrás quejarte de que me las acabo cuando quedan solamente granos sin reventar.
-Santos patos chocarreros Batman!-
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